martes, 31 de mayo de 2011

Rayando












Cuando damos una mirada atrás a la historia de la fotografía chilena, vemos como el género documental ocupa un importante lugar. Y cómo no, porque cuando miramos ya la historia no sólo de la fotografía, sino la historia social, hay mucho que documentar. Uno de los claros episodios que marcó el rumbo de los acontecimientos, el rumbo del estilo de vida, el rumbo de nuestra identidad como chilenos, fue claramente el Golpe de Estado de 1973. Así, fotógrafos como Paz Errázuriz, Claudio Pérez y Kena Lorenzini, por mencionar solo algunos, han dedicado su trabajo a documentar estos y los diversos procesos sociales que se han dado durante y después de la dictadura.

Pero este trabajo está lejos de pretender ser uno de los tantos panfletos que hemos visto y que veremos, sin embargo cabe mencionar este suceso ya que fue un propicio caldo de cultivo tanto para las formas de expresión, la necesidad de expresión del pueblo chileno, como para su documentación en el ámbito fotográfico.

A partir de ese momento, las acciones de protesta por parte de la población aumentaron considerablemente. Los jóvenes son y han sido siempre, en esta y en la mayoría de las sociedades, el grupo etareo que más se ha dedicado a estas actividades de protesta. Hasta el día de hoy nos enteramos por los medios y, lo que es más importante, participamos de muchos de estos actos de protesta que surgen en torno a diversos temas, desde problemas educacionales hasta temas medioambientales muy en boga por estos tiempos.

Existe, por otra parte, una tendencia en el ámbito de las acciones contestatarias y de protesta, que se establece en nuestra cotidianeidad, en los rincones de nuestros barrios, llenando nuestro paisaje diario. Esta tendencia es la de los rayados. Los vemos donde quiera que haya una muralla disponible. A veces orgullosos ocupan en solitario el espacio en su totalidad, a veces, más tímidos, abriéndose en una esquina un espacio entre posters y otros dibujos. A veces llenos de colores adornan un mural y otras veces se estampan ininteligibles e irrespetuosos en cualquier rincón público o privado. Como sea, siempre nos dejan un mensaje: unos, relativo a lo contingente en cuanto a temas políticos; otros, apelan a nuestra conciencia ambiental; muchos nos hacen cuestionar nuestra vida como sujetos. A través de frases sentenciosas o más amorosas, a través de dibujos o de símbolos, los rayados aparecen en nuestro camino como una voz anónima (la mayoría de las veces, porque raro es que alguien firme alguna de sus obras) que busca (que nos busca) casi como un guiño o un bocinazo, llamar nuestra atención y apelar a nuestra capacidad de reflexión.

A través del trabajo realizado intento dar una mirada que revele en cierta forma (y digo solo en cierta forma) el misterio que, por lo menos para mí, rodea a esta práctica. Misterio por cuanto muchas veces vemos como estos rayados aparecen, de la noche a la mañana, en nuestro camino. Nos dan la sensación de un surgimiento espontáneo que nace no de una persona, sino de toda una generación que encausa su voz a través de las letras de estos anónimos personajes que se escabullen por entre los recovecos de las calles, atentos a cualquier muralla que sirva de papiro en su camino. Así, las imágenes de este trabajo documental nos muestran el quehacer de estos personajes, que al igual que aquellos que amasan de noche para que el resto de nosotros tenga pan en su mesa a primera hora, salen ellos a esparcir las letras con las que nos topamos por la mañana al comenzar un día más de rutina. Sin embargo, apelando al misterio que antes mencioné, no pretendo hacer una denuncia ni identificar a los protagonistas con personas particulares, sino retratar en ellos a todos los que en silencio se dedican a marcar nuestra ciudad.


·JangeL Mota·

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